lunes, 1 de julio de 2013

03

Sara extrañada salió disparada de debajo de la capa.

-¡Sara vuelve!

La chiquilla escuchó gritar por primera vez al joven, su voz era como un trueno,
ensordecedor y profundo.

-Hace mucho frío ahí. Tú escóndete yo les digo que no estás.

Sara echó a correr escaleras arriba. Draker la perseguía asustado. Al abrir la puerta del
cuarto de la niña, consiguió alcanzarla, la agarró fuerte y se escondieron bajo la cama.

-Sara no vuelvas a hacer esto, ¿vale? -Volvió a susurrar.
-Si te encuentran tienes que salir.
-De acuerdo voy a contarte la verdad sobre tu familia y el incendio. A partir de
aquí eres mayor y tienes que jugar a este escondite. Desde hace mucho tiempo los
humanos han creído en algún dios. En realidad existen ocho dioses únicos. Algunos de
ellos tuvieron hijos y hasta hace poco pensaron que era algo bueno. Pero la gente
humana empezaba a adorar a dioses de todo, dioses que no existían, incluso al dios de
los dioses, y esto les enfureció. Les fastidiaba no ser los únicos así que pensaron en
matar a sus hijos. Dicen que somos dioses defectuosos. Cuando fueron a por ti el mes
pasado te asustaste y quemaste todo. Entonces llegué yo.
-¿Tú y yo somos hijos de dioses?
-Si, mi verdadero nombre es Nacho, dios de la noche, pero esto debe quedar
entre nosotros.
-¿Y yo qué soy?
-Desiret, diosa de los desiertos. Hija de Teresa diosa de la tierra y Carlo, dios
del sol.

Los dos salieron de debajo de la cama y taparon la ventana con la sábana. Desde fuera
se oyó una voz profunda:

-Desiret, soy tu padre, sal de inmediato.
-No, te quiere matar. -avisó Draker.
-Desiret se con quién estás, aléjate de él y ven si no quieres que acabe con un
hijo que no es mío.

La niña confundida no sabía como actuar. No quería perder a Draker, o Nacho. Corrió
hacia la ventana, pensó que como los dioses son inmortales no le pasaría nada.
Saltó.
El cristal voló en millones de trocitos. El sol era enorme y cegador pero consiguió ver
en él la silueta de un hombre. De repente algo la agarró de la mano y no la dejó caer.
Miró hacia arriba y descubrió que era Nacho quien la sujetaba desde la ventana.

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